Humboldt era inquieto por naturaleza. Nació rico, barón y encima vivía en un palacio, pero en lugar de tumbarse a la bartola y no dar ni golpe, se gastó su fortuna en pegarse unos madrugones tremendos para escalar volcanes, sufrir enfermedades tropicales, ser picoteado por millones de mosquitos hambrientos y describir las maravillas de un mundo desconocido que nadie antes se había atrevido a explorar.
Reseña de la editorial